Los estilos de apego en la adolescencia parecen ser bastante distintos de aquellos exhibidos por las personas durante su infancia. A primera vista los adolescentes parecen estar comprometidos en una huida activa de las relaciones de apego con sus padres. Dichas relaciones son consideradas por muchos de ellos como lazos que los restringen, más que como fuente de seguridad (Allen y Land, 1999).
Aunque la conducta de apego exhibida por los adolescentes pueda parecer confusa, conflictiva y contradictoria, es preciso considerar que sucede en el contexto de los cambios que conlleva la adolescencia.
En los inicios de esta etapa, los adolescentes realizan bastantes esfuerzos para ser menos dependientes de sus cuidadores, atravesando un período de profundas transformaciones cognitivas, emocionales y conductuales, a medida que evolucionan desde ser una persona que recibe cuidado, hasta ser alguien capaz de cuidar a otros (Allen y Land, 1999).
Un cambio fundamental en este período vital es la emergencia de una organización del apego que predice la conducta futura en el ámbito de las relaciones amorosas y con la progenie. Sucede en base a los patrones de apego desarrollados a través de las relaciones establecidas con múltiples cuidadores. De este modo, emerge una estrategia integrada para el acercamiento a las relaciones de apego, que es altamente predictiva de la futura conducta de apego (Allen y Land, 1999).
La diferenciación del sí mismo permite a los adolescentes distinguirse de sus cuidadores e internalizar las relaciones de apego en un mayor grado. Asimismo, el advenimiento del pensamiento operacional formal, permite a los adolescentes comparar sus relaciones con distintas figuras de apego y con ideales hipotéticos (Allen y Land, 1999).
Durante esta etapa, los adolescentes comienzan a disminuir cada vez más la confianza en sus padres como figuras de apego. Hacia la mitad de la adolescencia, muchos jóvenes aún recurrirán a sus padres bajo condiciones de extremo estrés y los padres seguirán siendo considerados como figuras de apego hasta la edad adulta. El adolescente busca vivir con un menor grado de dependencia emocional hacia sus padres. Sin embargo, es importante destacar que los adolescentes pueden explorar la posibilidad de independizarse de sus padres ya que tienen la certeza que pueden recurrir a ellos en caso de necesidad. A medida que este proceso de autonomía se desarrolla, los adolescentes aumentan su capacidad para reevaluar la naturaleza de la relación de apego establecida con sus padres (Allen y Land, 1999).
Durante la mitad de la adolescencia, las interacciones con los pares constituyen una fuente de intimidad, de feedback sobre la conducta social y sobre las relaciones de apego. Recién al final de la adolescencia los pares pasan a constituirse como figuras de apego en todos los sentidos de esta palabra. De hecho, la creciente necesidad de autonomía puede presionar a los jóvenes para que utilicen a sus pares como figuras de apego.
Desde este punto de vista, las necesidades y conductas de apego son gradualmente transferidas hacia los pares. Esta transferencia involucra una transformación desde las relaciones jerárquicas de apego hacia relaciones con iguales.
Además, se considera que las relaciones románticas establecidas durante esta etapa de la vida no sólo resultan del desarrollo de intereses en la creación de vínculos de apego con los pares, sino que también reflejan el operar del sistema de la sexualidad.
Los sistemas de apego y sexualidad empujan a las personas hacia el establecimiento de relaciones de pares, caracterizadas por una suficiente intensidad, por intereses compartidos y fuertes afectos (Allen y Land, 1999).
Desde esta perspectiva, la seguridad del apego durante la adolescencia hace referencia a una estrategia característica para manejar los pensamientos, sentimientos y recuerdos relacionados con el apego, recuerdos específicos y representaciones de interacciones con las figuras de apego y las continuas relaciones con dichas figuras.
Las familias de los adolescentes que presentan estrategias seguras, difieren de aquellos con estrategias inseguras, en el balance de los procesos de autonomía y la satisfacción de las necesidades de apego, lo que se traduce en la mayor confianza que estos adolescentes exhiben en sus relaciones interpersonales (Allen y Land, 1999).
Los patrones de interacción familiar exhibidos por las familias de adolescentes con apego inseguro pueden ser problemáticos, especialmente en la adolescencia, cuando se requiere sensibilidad para negociar las demandas de autonomía de los adolescentes.
Las estrategias de apego inseguro se relacionan con un funcionamiento psicosocial desadaptativo (Allen y Land, 1999). Los adolescentes que emplean estrategias preocupadas, manifiestan problemas en la externalización de sus conductas, por ejemplo, exhiben agresión y conductas antisociales.
Los adolescentes que utilizan estrategias despreocupadas se caracterizan por la tendencia a evitar la discusión o la consideración de un rango de afectos fuertes, tales como el miedo, la rabia, la desilusión, el dolor y la soledad. Tienden a idealizar las relaciones pasadas, a minimizar la importancia de las dificultades previas y a presentarse a sí mismos como relativamente invulnerables. Los adolescentes que emplean estrategias preocupadas pueden aprender que estar profundamente involucrados en sentimientos de rabia en las relaciones cercanas es un modo menos doloroso y más auto-protector para relacionarse con sus cuidadores (Allen y Land, 1999).
Por otra parte, en relación a las manifestaciones de los patrones de apego en la adultez, Feeney y Noller (1996) han señalado que las personas muestran diferentes estilos de apego que reflejan sus experiencias interpersonales. De este modo, existirían diferentes patrones de respuestas conductuales que se derivarían de los distintos modelos operativos internos del sí mismo y los otros (representaciones mentales).
Las personas con estilo de apego seguro parecen tener modelos positivos de sí mismas y de los otros; reportan niveles más elevados de autoestima y confianza en sí mismas, tienen alta estima por los otros. Desean la intimidad con otros, buscan un balance entre la cercanía y la autonomía. Han tenido una historia de apego caracterizada por la mantención de relaciones cálidas con ambos progenitores y entre ellos, sus relaciones amorosas se caracterizan por la felicidad, la amistad y la confianza. Consideran que son fáciles de conocer, tienen pocas dudas sobre sí mismos y creen que los demás tienen buenas intenciones y que el amor de pareja es duradero. Suelen gustar a los demás y consideran que éstos son dignos de confianza, desinteresados y que es posible depender de ellos. Son capaces de reconocer el estrés y de modular los afectos negativos de manera constructiva (Feeney y Noller, 1996).
Las personas con estilo de apego preocupado, parecen tener modelos mezclados, sus modelos de sí mismo parecen ser negativos, tienen relativamente baja autoestima, mientras que su modelo de los otros parece ser positivo en el sentido que ven la cercanía como algo altamente deseable (Klohnen y John, 1998). Generalmente perciben a sus padres como injustos, tienen dudas sobre sí mismos, perciben incomprensión por parte de los demás y consideran que éstos son complicados y difíciles de entender. Les es fácil enamorarse, pero creen que el amor verdadero es difícil de encontrar y que los demás no quieren comprometerse. Sus experiencias amorosas se caracterizan por la obsesión y los celos, el deseo de unión y reciprocidad, una fuerte atracción sexual y el tránsito entre extremos emocionales (Feeney y Noller, 1996). Los adultos ansiosos también desean las relaciones cercanas, pero su necesidad de aprobación y temor al rechazo puede llevarlos a buscar una intimidad extrema y a tener bajos niveles de autoestima. Generalmente realizan demostraciones intensificadas de estrés e ira para provocar respuestas en los demás y actúan de manera solícita y cooperadora para obtener aceptación (Feeney y Noller, 1996).
Los adultos con apego evitante, dirigen su conducta en base a la necesidad de mantener la distancia. En cuanto a su historia de apego, perciben a sus madres como frías con tendencia al rechazo. Sus modelos operativos internos se caracterizan por la creencia que el amor de pareja raramente dura y que pierde intensidad, sospechan de los motivos de los demás, creen que no son dignos de confianza y no se puede depender de ellos, dudan de la honestidad e integridad de sus padres y de las personas en general y demuestran falta de confianza en las situaciones sociales. Necesitan mantener la distancia y limitan la intimidad a la satisfacción de las necesidades de autonomía e independencia, concediendo mayor importancia a objetivos como el logro. Realizan pocas revelaciones íntimas y controlan el estrés cortando la rabia y minimizando las demostraciones relacionadas con éste. Sus relaciones amorosas se caracterizan por el miedo a la intimidad y la dificultad para aceptar a la pareja (Feeney y Noller, 1996).
Desde la perspectiva de Bartholomew, los adultos despreocupados intentan limitar la intimidad para satisfacer su necesidad de autonomía e independencia, pero los temerosos hacen lo mismo para manejar su enorme necesidad de cercanía y temor al rechazo (Collins y Read, 1994).
Las personas con distintos estilos de apego, pueden diferir en el grado hasta el cual ciertas metas relacionadas con las relaciones interpersonales y amorosas, tendrán mayor importancia o serán accesibles. También puede haber diferencias en las condiciones necesarias para satisfacer las propias metas en este ámbito, por ejemplo, los adultos seguros y los ansiosos buscan la intimidad, pero los ansiosos requieren mayores niveles de intimidad antes de satisfacer esta necesidad. Aunque los adultos con apego seguro y evitante valoran la autonomía, difieren en los niveles deseados (Collins y Read, 1994).
Hazan y Shaver (1987, en Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a) investigaron los patrones de apego en adultos, y establecieron que corresponderían conceptualmente a las descripciones de los patrones conductuales de apego de los niños. Descubrieron que los adultos seguros parecían estar confortables con la cercanía en sus relaciones, y no estarían especialmente preocupados ante la posibilidad de ser rechazados; los adultos ansioso/ambivalentes parecían buscar la cercanía excesiva y estarían preocupados ante la posibilidad de ser rechazados; y los evitativos parecían estar incómodos con la cercanía y encontrarían difícil depender de otros.
Desde otra perspectiva, la mayoría de los investigadores que estudia el apego adulto confía en un refinado esquema que explícitamente identifica estilos según modelos del sí mismo y los otros. Este esquema, propuesto por Bartholomew (1991), considera cuatro estilos de apego que resultarían de la combinación de un modelo positivo o negativo del sí mismo con un modelo positivo o negativo de los otros (Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a). Desde este punto de vista, la investigación sugiere que las siguientes generalizaciones sobre las personas conformarían cada uno de los cuatro prototipos de apego:
La gente que tiene modelos positivos de sí mismo y los otros se ajustaría al prototipo de apego seguro y reportaría sentimientos de comodidad con la cercanía y la intimidad.
La gente que tiene modelos negativos de sí mismo y los otros se ajustaría a la categoría del apego temeroso/evitativo y reportaría sentimientos de miedo y deseo de cercanía.
La gente que tiene un modelo negativo de sí misma y uno positivo de los otros, calza en la categoría de apego preocupado caracterizada por un deseo de gran cercanía y temor al abandono.
Finalmente, la gente que reporta un modelo positivo de sí mismo, pero negativo de los otros se ajusta a la categoría de apego despreocupado y reportaría incomodidad con la cercanía y auto-confianza compulsiva.
Los cuatro estilos de apego serían prototipos en los cuales podrían ser clasificadas las personas en mayor o menor grado, dependiendo de cada dimensión de modelos operativos a la que se ajusten (Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a).
En conjunto los hallazgos científicos sugieren que las personas despliegan distintos estilos de apego durante la adolescencia y la adultez. La evidencia señala que la visión que una persona con un determinado estilo de apego, tenga sobre quienes le rodean, dependerá de los aspectos en los cuáles enfoque su evaluación de la situación. Algunas personas parecen tener visiones de los otros mezcladas e inconsistentes (positivas y negativas a la vez), y los teóricos sostienen que la positividad o negatividad de las visiones de sí mismo y los demás, dependería de los contextos situacionales específicos en los cuales se vea involucrada cada persona.
Lo importante es que logres reconocer cuál estilo de apego predomina en ti, qué visión tienes de ti mismo(a), cuáles aspectos te gustaría modificar para sentirte mejor, tener autoconfianza, una buena autoestima, relaciones interpersonales y amorosas sanas.
Una vez que hayas reconocido estos aspectos, podrás decidir si deseas acceder a un proceso de psicoterapia para trabajar con más profundidad los temas de tu interés y mejorar tu calidad de vida.
Fuente: Tesis “Sobre la estabilidad de inestabilidad de los patrones de apego”. Presentada en la Universidad Diego Portales, el año 2004, por Marcelo Dujovne y Priscilla Harcha, para optar al grado de licenciado en Psicología.
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