Las crisis de pánico se relacionan con emociones como el miedo y la ansiedad. Pueden afectar a cualquier persona, en cualquier etapa de su vida. Las estadísticas de salud mental indican que una de cada 30 personas tiene crisis de pánico.
Un primer paso necesario para comprender las crisis de pánico, es entender la respuesta que da nuestro cuerpo cuando sentimos miedo, es una respuesta automática de alarma que sucede cuando enfrentamos algún peligro, real o imaginario. Las crisis de pánico suceden cuando tenemos la respuesta de miedo, sin que efectivamente exista algún peligro en nuestro medio circundante.
Todos los seres humanos experimentamos la respuesta de lucha/huida para adaptarnos a nuestro medio y sobrevivir ante peligros reales. Cuando se activa esta repuesta, pueden sucederte cambios fisiológicos (en tu cuerpo), conductuales (en tu forma de actuar) y cognitivos (en tu forma de pensar).
La ansiedad provoca síntomas similares al pánico, pero es menos severa, puedes vivirla como una sensación de preocupación o aprehensión nerviosa sobre el futuro, como la sensación de que no podrás controlar ni predecir eventos que podrían llegar a sucederte.
Probablemente te estarás preguntando cuáles son los síntomas de una crisis de pánico, son los siguientes: palpitaciones, taquicardia o aumento de la frecuencia cardíaca; sudoración; temblores o sacudidas musculares; falta de aliento o dificultad para respirar; sensación de ahogo, dolor en el pecho, opresión o malestar; náuseas, dolor de estómago, diarrea; mareos o sensación de desmayo; cosquilleo o entumecimiento en las extremidades de tu cuerpo; escalofríos u oleadas de calor; sentir que las cosas alrededor tuyo son extrañas, irreales, sentirte desapegado, incómodo o disociado de tu cuerpo; tener pensamientos de pérdida de control o estar volviéndose loco, sentir miedo a morirse.
Para hablar de una crisis de pánico, debes haber experimentado más de 4 síntomas. Las crisis de pánico suceden de manera súbita e inesperada, y suelen alcanzar un punto máximo, a los 10 minutos de haber comenzado aproximadamente.
Se habla de Trastorno de Pánico, cuando una persona tiene crisis de pánico de manera inesperada, con un miedo persistente o preocupación constante en relación a las consecuencias de las crisis. Se habla de agorafobia, cuando las personas evitan lugares en los cuales podría ser difícil escapar u obtener ayuda.
Si tienes crisis de pánico, es necesario y conveniente, que te des cuenta y reconozcas las respuestas fisiológicas, conductuales y cognitivas que experimentas cada vez que tienes una crisis.
Las respuestas fisiológicas cuando sientes ansiedad o miedo, son provocadas por la liberación en tu cuerpo, de una serie de neurotransmisores cerebrales. Ellos provocan un:
– Aumento en la frecuencia y latidos cardíacos, para bombear más sangre y oxígeno a tu cuerpo de manera rápida.
– Un aumento en la tasa y profundidad de la respiración, para oxigenar mejor el cuerpo. Podrías bostezar, sentir falta de aliento, sensación de ahogo o presión en el pecho. Esto reduce la cantidad de sangre que llega a la cabeza provocando sensación de mareo, visión borrosa, confusión, oleadas de calor y sensaciones de desrealización.
– La redistribución de la sangre desde áreas menos importantes, a otras más vitales. Podrías palidecer o sentir entumecimiento en tus dedos de las manos y los pies.
– Un aumento en la sudoración.
– Aumento del tamaño de las pupilas, para que ingrese más luz y puedas escanear mejor el ambiente en busca de peligro.
– Un descenso en la actividad del sistema digestivo. Podrías sentir la boca seca, náuseas o el estómago pesado.
– Tensión muscular en preparación para la lucha o huida: sensación de tensión, que puede provocar temblores, sacudidas y dolor.
Entonces, cuando estás ansioso y comienzas a hiperventilar (respirar agitadamente de manera superficial), el balance de oxígeno y dióxido de carbono que sucede cuando respiras, se altera, es interrumpido. Tu cuerpo reconoce el desequilibrio, y responde con cambios químicos que producen síntomas tales como los mareos, la confusión, falta de aliento, visión borrosa, aumento de los latidos cardíacos, sensación de entumecimiento, etc. Algunas personas al tener una crisis de pánico, pueden hiperventilar, produciendo estas sensaciones de ansiedad. Te invito a pensar cuáles son las respuestas fisiológicas que experimentas cuando te sientes ansioso y a anotar cuáles logras reconocer.
Las respuestas conductuales que las personas suelen dar cuando tienen crisis de pánico, se relacionan con la evitación, es decir, con la tendencia a alejarse de las situaciones donde han tenido crisis de pánico. La evitación de aquellos lugares donde hayas tenido crisis de pánico en el pasado, de situaciones en las cuales sea difícil escapar u obtener ayuda (como el metro, el transporte público, los malls, los cines, etc.), y situaciones o actividades que pudieran provocar sensaciones similares a las de una crisis (como por ejemplo, tomar café, hacer deporte, ver películas de terror, etc.). Entonces, es importante que reconozcas qué tipo de situaciones o actividades evitas para no tener una crisis de pánico, y que las registres en tu diario.
Otro tipo de respuestas conductuales consiste en realizar conductas para sentirte más seguro, como pensar en una ruta de escape, andar con remedios para reducir la ansiedad, etc. Te invito a darte cuenta del modo en que intentas distraerte con estas conductas, ¿de qué modo actúas diferente como resultado de las crisis de pánico? No te preocupes por experimentar este tipo de respuestas, recuerda que los hábitos pueden ser desaprendidos y modificados por otros más adaptativos para que puedas manejar la ansiedad de una manera más adecuada.
Las respuestas cognitivas, se relacionan con los pensamientos que tienes cuando tienes una crisis pánico y comienzas a buscar potenciales amenazas en el ambiente que te rodea, que dificultan tu capacidad de concentración en tus actividades. Cuando no existen fuentes externas de peligro, probablemente tiendas a realizar un escaneo interno, enfocándote en los síntomas de ansiedad, como los latidos cardíacos, la respiración acelerada, etc., y esto te lleve a pensar que hay algo malo en ti, que te estás volviendo loco o que te puedes morir, cuando no es así.
Existen tres tipos de pensamientos relacionados con el Trastorno de Pánico: los pensamientos catastróficos sobre sensaciones fisiológicas normales o ansiosas, (ej.: “mi corazón está latiendo más rápido, debo estar teniendo un infarto”), la sobre-estimación de la posibilidad de tener una crisis de pánico (ej. “definitivamente tendré una crisis de pánico si tomo el metro para ir al trabajo”), y la sobre-estimación del costo de tener una crisis de pánico (pensar que las consecuencias de tener crisis de pánico serán negativas o muy serias). Ahora te invito a reflexionar, cuando te sientes ansioso, ¿qué tipo de pensamientos tienes? y a registrarlos.
De este modo, cuando tienes una crisis de pánico, las respuestas fisiológicas, cognitivas y conductuales se van combinando en la experiencia de ansiedad y miedo. Entonces, las crisis de pánico suceden de manera inesperada, y conllevan un nivel considerable de preocupación sobre la posibilidad de tener otra.
Las personas que tienen fobias, también pueden tener crisis de pánico en relación a la situación u objeto que temen. Lo importante es que las crisis de pánico tienen tratamiento. Si estás experimentándolas, tienes que controlarte con un médico psiquiatra que te prescriba medicamentos para reducir tus niveles de ansiedad, y comenzar un proceso de psicoterapia cognitiva conductual, que es la más efectiva para tratar este tipo de trastornos.
Si sigues el tratamiento farmacológico indicado por tu psiquiatra, y realizas las tareas y ejercicios de reflexión personal que te sugiera tu psicoterapeuta, pronto irás notando mejorías, te conocerás más, comprenderás más cosas sobre tu modo de funcionar, de ser y estar en el mundo, tendrás nuevas herramientas para manejar y reducir tus niveles de ansiedad, y podrás dejar atrás este trastorno.
Si requieres más información o tienes alguna inquietud, te invito a contactarme. Te deseo mucho éxito en tu tratamiento.
Fuente de información: artículo de Paula Nathan y Helen Correia, “Panic Stations” publicado por el «Centre for Clinical Interventions» de Australia.
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