Una de las actitudes parentales fundamentales para una buena crianza es la comunicación asertiva y directa con tus hijos, para que puedas establecer límites claros que ellos aprendan a respetar, fomentando una relación cálida, que les brinde una sensación de seguridad y estructura, que les permita ir creciendo como personas y logrando una progresiva autonomía en su desarrollo.
Las familias necesitan establecer y respetar ciertas reglas que les permitan funcionar adecuadamente, satisfaciendo las distintas necesidades de sus miembros y fomentando su desarrollo personal. Las reglas y límites pre-establecidos se relacionan con tus valores y creencias. Permiten que cada miembro de la familia tenga claridad sobre cuáles expectativas existen en torno a su comportamiento, y así cada uno pueda organizarse para cumplir con ellas.
Los niños pequeños y los adolescentes suelen quejarse y exhibir actitudes oposicionistas cuando consideran que las reglas establecidas son injustas; y durante la adolescencia, estas diferencias de opinión puede gatillar serias discusiones acerca de quién tiene la autoridad y el poder en la relación.
Elizabeth Pantley (2002) es una experta en este tema y ella señala que los padres deben establecer ciertas reglas específicas para el bienestar de la familia. Por ejemplo, reglas en torno a la seguridad para disminuir los peligros a los cuales pueden verse expuestos tus hijos, reglas sobre la hora de comer, jugar, hacer las tareas y dormir, reglas sobre el respeto a los demás, sobre cómo relacionarse con otros y resolver conflictos interpersonales, etc.
Las reglas en torno a la seguridad se relacionan con evitar que tu hijo se haga daño, especialmente cuando es pequeño. Son las típicas frases que los padres suelen usar para educar y proteger a sus hijos: “mira a los dos lados antes de cruzar la calle”, “no toques el enchufe, te puede dar la corriente”, “no hables con extraños”, “no toques a mascotas desconocidas”, “no cruces la calle corriendo”, “no andes en bicicleta donde hay autos”, etc.
Las reglas sobre la hora de comer, jugar, hacer las tareas y dormir, permiten establecer una rutina que le brinde una sensación de estructura y seguridad a tus hijos, para que sientan que están en un mundo relativamente predecible, que siempre habrá alguien que los va a acompañar, a alimentar, que los ayudará a resolver sus tareas y que los va a cuidar. Por ejemplo, “vamos a almorzar a la una de la tarde”, “después de almuerzo es la hora de hacer las tareas del colegio”, “luego puedes descansar un rato y jugar”, “a las siete vas a comer y después te vas a acostar”. Leerles cuentos a tus hijos pequeños es un ritual importante para establecer un vínculo de cariño y una rutina entretenida, que los ayude a apreciar la lectura y dormir más tranquilos, luego de haber compartido tiempo de calidad contigo.
Las reglas sobre el respeto a los demás, las relaciones interpersonales y la resolución de conflictos son fundamentales para que tu hijo aprenda a relacionarse sanamente con distintas personas a lo largo de su vida. Por ejemplo, “Siempre hay que respetar a las personas, aunque existan diferencias de opinión”, “siempre mira a los ojos a la otra persona cuando hables con ella”, “es necesario ser honesto sobre lo que piensas y sientes”, “tienes que hacer valer tus derechos de forma clara y asertiva”, “recuerda agradecer siempre que alguien haga algo por ti”, etc.
De este modo, al conocer e internalizar estas reglas, tus hijos aprenderán habilidades muy importantes: el autocontrol emocional y conductual, y la autodisciplina. Recuerda elegir las reglas más básicas para enseñarles de acuerdo a tus valores y creencias. No es recomendable poner reglas en exceso, sólo las que sean fundamentales y necesarias para que tus hijos puedan aprender e ir madurando, adaptándose a los cambios, a medida que van creciendo.
De hecho, te recomiendo crear reglas con tus hijos, ya que si participan en el proceso de creación, estarán más dispuestos a respetar las reglas y límites establecidos. Por ejemplo, pueden ayudar a definir a qué hora verán televisión, cuándo irán a dormir, cuándo harán los trabajos del colegio, cuándo podrán jugar y salir con sus amigos. Y puedes convenir con ellos las consecuencias que sucederán cuando no se respete una regla previamente establecida.
Cada vez que respeten las reglas y límites establecidos, recuerda darles un abrazo, algún elogio o recompensa, que los motive a seguir respetando las reglas y les permita generar conductas de autocontrol y autonomía. Cuando no cumplan una regla importante, tendrás que conversar con ellos sobre cuál será la consecuencia, por ejemplo: “dado que no hiciste las tareas, hoy no podrás ver televisión” o “ya que no ordenaste tu pieza, hoy no podrás jugar en el computador”, etc. Las consecuencias deben ser claras, precisas, contingentes para que haya aprendizaje, deben suceder inmediatamente después de que no se cumplió una regla o no se respetó un límite establecido.
Para que puedas comunicarte claramente con tus hijos, puedes practicar las siguientes sugerencias: Antes de conversar con ellos o hacerles alguna solicitud importante, es fundamental que tengas una idea precisa sobre el mensaje que deseas trasmitir. Mientras más específica(o) seas en tu solicitud, mayores probabilidades habrán de que tus hijos entiendan el mensaje y estén dispuestos a cooperar contigo.
Recuerda hablar en un lenguaje acorde a las edades de tus hijos, no es lo mismo hablar con un niño pequeño que con un adolescente. Además usa tu lenguaje corporal y no verbal para que comprendan mejor: si son muy pequeños, siéntalos en tu regazo o agáchate para quedar a la altura de ellos. Siempre míralos a los ojos, usa palabras simples y concretas, transmite tu mensaje claramente, sin gritar ni elevar el tono de voz, con un tono de voz suave y calmado.
Sé directa(o) y no usas palabras rebuscadas o un vocabulario muy complejo, que dificulte la comprensión por parte de tus hijos. A medida que vayan creciendo, podrás incluir nuevas palabras, pero siempre asegúrate de que están comprendiendo las ideas que deseas transmitirles al comunicarte. Para ello, puedes pedirles que te repitan lo que has dicho, y así podrás asegurarte de que han comprendido la información. También puedes preguntarles directamente si te han comprendido, y si percibes que se sienten inseguros o tienen dudas, explícales nuevamente la idea.
Cuando te comuniques con niños pequeños, especifica claramente lo que deseas que hagan. No es lo mismo decir “ordena tu dormitorio” que “por favor, ¿podrías guardar tu ropa en el closet, los juguetes en el mueble, y sacar los papeles de tu escritorio?” Para asegurarte que tu hijo(a) haya comprendido, pregúntale “entonces, ¿qué tienes que hacer ahora?” para que aprenda a entender las solicitudes que le hagas, y pueda llevarlas a cabo.
Necesitas decir exactamente lo que deseas que entiendan, sin divagar ni darles explicaciones muy extensas. Nunca grites, ya que así generas susto, rabia o preocupación en tus hijos, y no se transmite el mensaje adecuado. Siempre haz todo lo posible por comunicarte de manera calmada, segura y tranquila, ya que eres el modelo a seguir para tus hijos, y ellos aprenderán a relacionarse con otros, en base a las experiencias que han tenido contigo.
Además es fundamental que seas un buen oyente, que escuches a tus hijos, reconozcas sus emociones y necesidades. Y respondas a ellas. Así podrás establecer una relación saludable, duradera, caracterizada por el cariño, el apoyo y la comprensión mutua.
Recuerda usar siempre las palabras mágicas: “por favor” y “gracias”, especialmente al relacionarte con adolescentes, que pueden reaccionar de manera oposicionista ante frases que perciben como órdenes, porque están buscando su autonomía y sensación de libertad. Privilegia siempre la comunicación directa, el contacto ocular y físico.
Si tu hijo no te hace caso el 100% de las veces, es necesario que recuerdes elegir tus batallas: no discutas por cada inconveniente que surja, hay algunas cosas que puedes dejar pasar, por ejemplo si no recoge los juguetes del suelo cada día, no es tan terrible. Reflexiona primero si vale la pena hablar sobre el tema en cuestión, recurre a tu criterio, sé flexible y directa(o) cuando sea necesario, y emplea buenas habilidades de comunicación y asertividad.
Espero que estos consejos puedan ayudarte a resolver inquietudes propias de la crianza, que puedas comunicarte de menara asertiva y saludable con tus hijos, fomentando una relación caracterizada por la confianza, la comprensión y la seguridad.
Fuentes:
Artículos “Diga lo que piensa, piense lo que vaya a decir” y “Las reglas: ¿Qué es justo?”, de Elizabeth Pantley (2002).
“Getting Your Children to Listen to you”, Discovery Health, extracto de “Parenting For Dummies, 2nd Edition™”, publicado por Wiley Publishing, Inc.
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