Siguiendo una línea diferente, algunos investigadores comenzaron a utilizar las ideas de John Bowlby como un marco para comprender la naturaleza y etiología del amor y la soledad en la adultez (Fraley y Shaver, 2000).
Actualmente existen al menos dos formas de conceptualizar el apego, las cuales son consistentes con la relación observada con la calidad de la relación. Por un lado, el estilo de apego adulto puede ser conceptualizado como duradero, como una característica o rasgo individual que influencia el funcionamiento de las relaciones cercanas. Por otro lado, puede ser conceptualizado como reflejo de las experiencias recientes de apego, específicas a las distintas relaciones (Feeney, 1999).
En concordancia con el segundo modo de conceptualizar el apego adulto, Collins y Read (1994) han señalado que como las representaciones adultas sobre el apego, se basan en una variedad de experiencias relacionales, y debieran ser substancialmente más complejas que las representaciones de la niñez. Han ejemplificado esta afirmación con la siguiente situación: los adultos pueden tener distintas representaciones mentales con respecto a sus roles como hijo(a), amigo(a), esposo(a) o padre-madre. También han establecido que cada estilo de apego contribuye en forma única a la predicción de los problemas interpersonales, y que los modelos múltiples de apego proveen a los adultos la flexibilidad necesaria para funcionar adaptativamente y satisfacer sus necesidades de apego en un complejo mundo social (Collins y Read, 1994). Por los motivos recién mencionados, se sugiere que las representaciones adultas del apego son consideradas como una red interconectada de modelos, organizada como una jerarquía.
Una perspectiva comprehensiva e integradora sobre el apego adulto postula la existencia de tres sistemas conductuales que componen el apego, y que serían los sistemas de cuidado, apego y sexualidad. Estos sistemas han sido propuestos pues se ha comprobado la existencia de conexiones entre el apego, el cuidado y la conducta sexual en las relaciones adultas (Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a). Por ejemplo, se ha descubierto que la oxitocina está implicada en la conducta de cuidado maternal y en la conducta sexual, sugiriendo un lazo biológico entre el cuidado, el sexo y el apego. Este lazo biológico, no implica necesariamente que los tres sistemas tengan la misma influencia sobre el funcionamiento de una pareja adulta (Insel, 2000; Hazan y Diamond, 2000; en Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a).
En el ámbito de las relaciones de apego adulto, se ha descubierto que las parejas pueden diferir en la relativa importancia que asignan al apego, al cuidado y la conducta sexual, y en su competencia dentro de cada sistema; estas diferencias podrían cambiar dentro de las parejas con el tiempo (Cassidy, 2000; en Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a).
Por otra parte, los tres sistemas conductuales de apego trabajan unidos para ayudar a los adultos a lograr un sentimiento de seguridad. La importancia de la conducta de cuidado y la conducta sexual en las relaciones adultas conlleva preguntas acerca de cómo las relaciones de apego podrían diferir entre niños y pares, y entre pares de adultos. Para los niños, la conducta de apego está dirigida principalmente a un cuidador primario que provee cuidado. Sin embargo, los niños aprenden cómo proporcionar cuidado al observar a sus modelos adultos. En la adultez, el funcionamiento del apego y el cuidado está relacionado con la conducta sexual y los roles de cada compañero son recíprocos (Pietromonaco y Feldman Barrett, 2000a).
Desde una perspectiva similar, se ha argumentado que la sexualidad y el cuidado son sistemas conductuales independientes, integrados dentro de un mismo sistema de apego. El amor romántico involucra los tres componentes de apego, cuidado y sexualidad, siguiendo un patrón predecible a través del tiempo. Como el sistema de apego aparece temprano en el curso del desarrollo individual y como juega un rol crucial en la formación de los modelos operativos, influencia la expresión del cuidado y la sexualidad. Por lo tanto, el sistema de apego es visto como la base para el establecimiento y mantención de relaciones románticas. Los estudios empíricos muestran claro apoyo para esta proposición (Feeney, 1999).
En relación al sistema conductual del apego, se ha hipotetizado que la experiencia de establecer un vínculo basado en el amor romántico surge de la integración de tres sistemas conductuales: apego, cuidado y sexualidad. De estos tres sistemas, el apego se desarrolla primero, adaptándose al ambiente de cuidado existente. El segundo sistema en desarrollarse, sería el cuidado, que sería aprendido por modelado de la conducta de la principal figura de apego. Finalmente, en la adultez temprana se desarrolla el sistema de sexualidad. Cuando los sistemas de cuidado y sexualidad están plenamente desarrollados, las representaciones mentales del mundo social del individuo, construidas durante los primeros años de la infancia, probablemente serán activadas. De este modo, el funcionamiento del amor adulto, es hasta cierto grado, influenciado por el apego temprano (Shaver, Hazan y Bradshaw, 1988; en Feeney, 1999).
Acerca del sistema conductual del cuidado, se ha considerado el concepto de “cuidado” como la provisión de cuidado, notar y responder a las necesidades de otro, en oposición a la búsqueda de apoyo (Kunce y Shaver, 1994; en Farrugia y Hohaus, 1998). La provisión de proximidad y sensitividad caracteriza la conducta de cuidado para las personas que están cómodas con la intimidad y la cercanía, más que para aquellas que están incómodas con la intimidad.
Finalmente, acerca del sistema conductual de la sexualidad, se ha establecido que en el curso de una relación sexual de larga data, la conducta de apego entre los compañeros tiende a desarrollarse y los componentes de apego y cuidado interactúan para crear una relación recíproca. Entonces el sexo se convierte en parte integral del apego durante el curso normativo del desarrollo. La literatura establece vínculos específicos entre la intimidad y la sexualidad. La sexualidad es considerada parte de la intimidad por la mayoría de la gente, aunque no es considerada un componente principal. La satisfacción sexual ha sido definida a menudo como consecuencia del compromiso y la compatibilidad.
Según Bowlby (en Hazan y Zeifman, 1999), el amor de pareja en el cual los compañeros buscan y proveen seguridad mutuamente, es el prototipo del apego en la adultez. Así, en el curso del desarrollo normativo, el apareamiento sexual, el cuidado y los sistemas de apego, se integran.
Las relaciones amorosas de larga duración califican como relaciones de apego en el sentido técnico, pues contienen los cuatro componentes definitorios. Este hecho las hace similares al vínculo entre madre e hijo y las distingue de otros tipos de lazos sociales, como las relaciones con amistades. Los procesos por los cuales el amor adulto y las relaciones entre madre e hijo se desarrollan parecen ser similares. La naturaleza del contacto físico que tipifica estos dos tipos de relaciones permite distinguirlas de otros tipos de lazos sociales. Existe una sobreposición considerable en el criterio utilizado para seleccionar figuras de apego durante la infancia y la vida adulta (Hazan y Zeifman, 1999).
Evidencia adicional sobre el apego como parte integral del amor adulto proviene de la literatura sobre el duelo y algunos estudios de separación matrimonial (Hazan y Zeifman, 1999). Bowlby (1969) identificó un patrón universal de reacciones ante las separaciones: protesta, desesperación y desapego. Si el sistema de apego opera en el amor de pareja, los adultos deberían reaccionar a la pérdida de un compañero de modo similar. Tiene sentido adaptativo reaccionar con ansiedad y protesta ante la pérdida temporal de una persona que sirve como fuente de seguridad emocional o psicológica. Esta reacción es la norma entre los adultos que se separan luego de una relación a largo plazo, y no es la reacción normal esperada en otros tipos de relaciones, lo que sería otra indicación de que el sistema de apego estaría activo en el amor de pareja.
Aunque los adultos son claramente menos dependientes de los lazos sociales para la supervivencia básica, existe amplia evidencia que ellos atraen beneficios de salud que se pierden una vez que los lazos dejan de existir. Las rupturas de las relaciones, especialmente el divorcio, hacen a los individuos más susceptibles a un amplio rango de enfermedades físicas y psicológicas, incluyendo mal funcionamiento del sistema inmune, accidentes, abuso de sustancias, suicidio y varias formas de psicopatología (Hazan y Zeifman, 1999).
Se han realizado propuestas interesantes que constituyeron un aporte al estudio del desarrollo del apego:
Las diferencias individuales observadas en las relaciones establecidas entre un niño y su cuidador primario, son similares a aquellas observadas en las relaciones románticas entre adultos. De hecho, Hazan y Shaver (1987, en Fraley y Shaver, 2000) argumentan que los tres estilos de apego descritos por Ainsworth son similares conceptualmente a los “estilos amorosos” observados entre los adultos. Cuando Hazan y Shaver (1987) comenzaron a trabajar en este campo, adoptaron el esquema de tres categorías utilizado como un marco organizador de las diferencias individuales en la manera de pensar, sentir y comportarse que tienen los adultos. Estos autores postulan específicamente la existencia de tres tipos distintos de apego romántico: seguro, ansioso/ambivalente y evitativo.
El amor romántico, es parcialmente un fenómeno de apego que involucra sistemas conductuales adicionales, el cuidado y el sexo, que están empíricamente entremezclados con el apego, pero teóricamente son separables. En las relaciones adultas a diferencia de aquellas establecidas en la infancia, los roles de apego y cuidado son más difíciles de separar. Cabe señalar que aunque cada sistema sirve a una función diferente y tiene distintas trayectorias de desarrollo, los tres pueden ser organizados en un individuo de un modo tal que refleja parcialmente sus experiencias previas de apego.
El modelo propuesto enfatiza los procesos normativos. Las diferencias entre el amor de pareja y el vínculo entre un niño y su cuidador primario, son profundas y numerosas, pero tres tienen particular importancia (Hazan y Zeifman, 1999).
La primera es que la naturaleza recíproca del apego adulto prototípico, implica roles duales para los compañeros. Cada compañero usa al otro como figura de apego y como una fuente de seguridad, cada uno sirve como figura de apego y provee seguridad al otro. La segunda, es el rol crucial del contacto físico en el fomento de la formación del apego. La motivación para la búsqueda de la proximidad es otra fuente importante de diferencias entre el apego adulto y el infantil. La tercera diferencia, es que los niños no pueden sobrevivir sin el cuidado y la protección de una figura de apego.
Según los hallazgos de Hazan (1999), el apego romántico toma aproximadamente dos años en desarrollarse, y las personas seguras tienen mayores probabilidades de utilizar a sus compañeros románticos como figuras de apego.
Desde una mirada evolutiva Hazan y Zeifman (1999) han sostenido que en la especie humana, el éxito reproductivo requiere la negociación de al menos tres desafíos adaptativos: sobrevivir hasta la edad reproductiva, el apareamiento y proveer un cuidado adecuado a la descendencia para que ésta sobreviva y también se reproduzca. Las ventajas del amor de pareja se extienden más allá de este rol para la supervivencia: los beneficios incluyen el aumento de la supervivencia y la reproducción para compañeros y su descendencia. Se ha llegado a afirmar que la función del sistema de apego en la vida adulta es formar un lazo emocional entre las personas que permita la reproducción de la especie.
En síntesis, el apego es parte integral del amor de pareja. Las funciones del apego en la vida adulta son esencialmente las mismas que durante la infancia. El sistema de apego ayuda a asegurar el desarrollo de un lazo duradero que permita la supervivencia y la reproducción de la especie. El amor de pareja involucra una profunda interdependencia física y psicológica, tal que su ausencia puede amenazar la vida del otro. La evidencia indica que el apego persiste desde la cuna hasta la tumba, tal como John Bowlby lo señaló (Hazan y Zeifman, 1999).
Fuente: Tesis “Sobre la estabilidad de inestabilidad de los patrones de apego”. Presentada en la Universidad Diego Portales, el año 2004, por Marcelo Dujovne y Priscilla Harcha, para optar al grado de licenciado en Psicología.
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